“Y sigue la mata dando”, como dicen en mi pueblo. Ahora no se trata de Cristóbal Colón ni de la Reina Roja, sino de una de las más grandes plumas del barroco mexicano: la monja jerónima autora del majestuoso poema Primero Sueño y de otras importantes obras literarias, Sor Juana Inés de la Cruz, en cuyos restos se practicarán pruebas de ADN.
El antropólogo Arturo Romano Pacheco descubrió en 1978 los restos de Sor Juana, quien fuera reconocida en su tiempo como la Décima Musa. Romano Pacheco ha practicado análisis en otras osamentas, como en los restos de la Reina Roja, de quien la arqueóloga Fanny López señaló: “la bautizamos Reina Roja de Palenque, por el impresionante color de sus huesos”. El caso de la Reina Roja fue insólito para la época –año 672– pues fue sepultada dentro de un sarcófago, en un templo.
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De la Reina Roja se sabe en que época vivió, como murió, qué tipo de vida llevaba, qué comía, las enfermedades que tuvo, pero no se sabe su nombre.
En 1994, la periodista Adriana Malvido presenció el hallazgo del sarcófago con los restos de la Reina Roja, en Palenque (México). La periodista decidió escribir una novela: La Reina Roja. El secreto de los mayas en Palenque (Plaza & Janés, 2006), en la que lanza algunas hipótesis, entre las que destaca que “las mujeres tenían un papel importante a nivel de Gobierno”, esto sucedió en la época maya, cuando dos de ellas llegaron a ser reinas.
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En relación con nuestra sabia poeta barroca se ha anunciado en algunos medios de difusión, en México, que en los escasos restos de Sor Juana, entre ellos un fino y pequeño cráneo, el cual ostenta un registro en uno de sus lados, donde se lee con letra negra el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz y la fecha del hallazgo: 28 de noviembre de 1978, se practicarán análisis físico-químicos, con microscopía y con rayos X, para complementar los estudios biológicos.
Existen evidencias antropológicas de que esos restos pertenecen a Sor Juana, los cuales fueron hallados en 1978 en la Universidad Claustro de Sor Juana, lugar que fuera el Convento de San Jerónimo y el hogar de Sor Juana, donde vivió y murió la monja poeta en el año de 1695, cuando tenía aproximadamente 47 años de edad.
La osamenta fue descubierta sola, debajo de otros entierros múltiples. Se cree que pertenece a Sor Juana dado que hay signos que permiten entender que fue ataviada con el hábito de lujo; hay, además, restos del medallón de carey y de un rosario hecho de semillas.
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En cuanto a la Reina Roja se cree que tuvo un alto estatus en la sociedad maya de su tiempo y que desempeñó un papel fundamental dentro del linaje real por el hecho de haber sido inhumada en un complejo próximo al Templo de las Inscripciones, donde estaba la tumba del Rey Pakal II, Rey de Palenque, con quien, al parecer, la Reina Roja estaba relacionada. Se sabe que la mujer fue amortajada con cinabrio, un mineral rojo y pesado compuesto por mercurio, de ahí su nombre, y se presume que falleció a una edad entre 40 y 45 años aquejada de osteoporosis.
Palenque tiene un papel crucial en el estudio de la historia y la religión de los mayas ya que no sólo convirtieron su territorio en una capital regional en el siglo VII, sino que fomentaron el arte, como demuestran los textos labrados y monumentos de piedra en los que dejaron plasmada la historia dinástica.
El siguiente texto pertenece a Ángel Velazco Hernández:
En lo profundo del Templo de la Calavera, en las ruinas de la ciudad maya de Palenque, yacía, cubierta de jade, perlas, agujas de hueso y conchas: una reina.
Allí la encontró en 1994, la arqueóloga Fanny López Jiménez, cuando casi por azar descubrió una grieta que le resultó curiosa. Aquella exploración fue el inicio de una paciente excavación que la llevaría por derrumbadas escaleras y pasillos tapiados hasta la tumba subterránea, oculta tras un muro de piedra y estuco.
La gran dama se hallaba dentro de un sarcófago de piedra teñido de rojo, cubierto por una losa de 10 cm de grosor.
Como en el Templo de la Calavera no hay pinturas ni jeroglíficos que se refieran a esta mujer, los miembros del equipo de investigadores la llamaron Reina Roja porque sus restos estaban cubiertos de polvo de cinabrio, un mineral de ese color.
Luego de complicados análisis se presume que el cuerpo pertenecía a una mujer de entre 40 y 45 años de edad, que padecía una enfermedad de los huesos llamada osteoporosis y que debió ser el de Tzakhu Ajan, esposa del poderoso Pacal II, rey de Palenque entre los años 615 y 684.
Allí la encontró en 1994, la arqueóloga Fanny López Jiménez, cuando casi por azar descubrió una grieta que le resultó curiosa. Aquella exploración fue el inicio de una paciente excavación que la llevaría por derrumbadas escaleras y pasillos tapiados hasta la tumba subterránea, oculta tras un muro de piedra y estuco.
La gran dama se hallaba dentro de un sarcófago de piedra teñido de rojo, cubierto por una losa de 10 cm de grosor.
Como en el Templo de la Calavera no hay pinturas ni jeroglíficos que se refieran a esta mujer, los miembros del equipo de investigadores la llamaron Reina Roja porque sus restos estaban cubiertos de polvo de cinabrio, un mineral de ese color.
Luego de complicados análisis se presume que el cuerpo pertenecía a una mujer de entre 40 y 45 años de edad, que padecía una enfermedad de los huesos llamada osteoporosis y que debió ser el de Tzakhu Ajan, esposa del poderoso Pacal II, rey de Palenque entre los años 615 y 684.
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Dentro de poco tiempo –según se indica en La Jornada, viernes 21 de enero de 2011–,
María de Lourdes Muñoz Moreno, especialista del Cinvestav (Centro de Investigación y Estudios Avanzados, del Instituto Politécnico Nacional, de México), y Javiera Cervini Silva (del Departamento de de Procesos y Tecnología de la Universidad Autónoma Metropolitana, de México), obtendrán una pequeña muestra de los restos óseos para iniciar los estudios de ADN que se practicarán a lo largo de cuatro meses para así conocer a los descendientes de la familia de Sor Juana.
La especialista del Cinvestav indicó que ya se han practicado estos análisis de ADN a diversos personajes, como en la Reina Roja de Palenque, así como en otros restos óseos hallados en Teotihuacán, Veracruz y Monte Albán.
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