Hace varios años tuve la oportunidad de participar en un congreso en Sevilla. Dos visitas son obligadas si está usted en Sevilla, una es el Río Guadalquivir -entre naranjos y olivos- y la otra, la Catedral, cuya majestuosidad nos recuerda lo que se dijera al edificarla: “Hagamos una Iglesia que los que la vieren labrada nos tengan por locos”. La Catedral de Sevilla fue construida en 1401 con bóvedas góticas y multiforme iconografía. No se puede dejar de admirar La Giralda, torre sin igual construida por Ahmad ben Bassu y Alí de Gomara en la parte musulmana -entre 1172 y 1198-; y por Hernán Ruiz Jiménez en la manierista, entre 1557 y 1569. Una de sus múltiples características es la de poseer el mejor campanario del renacimiento eruopeo. Y si aún conserva usted un buen par de piernas pues puede ascender sus 104.5 m., sin escaleras, con 35 rampas inclinadas que solían subirse a pie o a caballo y desde cuya cúpula deslumbra la ciudad hispalense.
En la Catedral de Sevilla se encuentra, entre varios mausoleos, la tumba de Cristóbal Colón.
En la Catedral de Sevilla se encuentra, entre varios mausoleos, la tumba de Cristóbal Colón.