lunes, 7 de mayo de 2012

El Día Internacional del Libro y la monarquía


Monasterio de Rila

En 1996 tuve la oportunidad de participar en un congreso en la ciudad de Sofía, Bulgaria. En esa ocasión se celebraba el recientemente decretado Día del Libro, además de recibir por primera vez, tras 50 años de exilio, a quien fuera el rey Simeón II, Simeon Borisov Sakskoburggotski, que estaba hospedado en mi hotel. O, mejor dicho, yo me encontraba hospedada en el mismo hotel en el que estaba el Rey; eso lo advertí pues un día que llegué de visitar el imponente Monasterio de Rila, enclavado en los agrestes Balcanes, había fotógrafos y reporteros por todas partes, y me pidieron una identificación para poder entrar al hotel. Yo les dije que mi pasaporte y la llave de la habitación estaban en la recepción del hotel pues tenía indicaciones de salir con lo necesario solamente ya que… así era mejor.
Finalmente, conocí al Rey. Bueno, lo vi de lejos. Todos los ahí presentes lo aclamaban. Dado mi nulo conocimiento del idioma búlgaro, me acerqué a un fotógrafo a quien pregunté en inglés si la gente lo quería y me contestó que lo amaban.
Asistí al congreso In Honorem a Roman Jakobson –no hay un lingüista en el mundo que no haya leído su obra; existen cientos de volúmenes en su honor– y presenté en ese entonces un paper titulado Meaning and Sens in the poem Primero Sueño by Sor Juana Inés de la Cruz (Significación y sentido en el poema Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz); dada mi inclinación al estudio del poema de la monja jerónima.

domingo, 6 de mayo de 2012

El misterio de las palabras, de Victoria Navarrro


Pocas veces he leído relatos de misterio y suspenso con sincero detenimiento. Pensaba que el tema había sido extensa e intensamente tratado. Así, decidí que desde Arthur Conan Doyle o Edgar Allan Poe; Umberto Eco o Jorge Luis Borges, maestros en el tema, no había nada nuevo bajo el sol. Ahora, con respeto, me encuentro frente a una escritora que ha hecho las delicias de algunas de mis noches.
Sucede que tras el arduo trabajo diario me refugio en la lectura un par de horas antes de dormir. Pero yo no leo, degusto. Es decir, si la lectura me atrae leo despacio, casi palabra por palabra. Me agrada olfatear, saborear, catar, beber y apreciar con amplio detenimiento la lectura que se irá conmigo paulatinamente, en mi cerebro, hasta alimentar mi sueño.
Es así como me he encontrado con este libro que se apetecía enigmático, ya que su título El misterio de las palabras me sedujo entre las varias decenas que se ostentan en mi biblioteca. Noche tras noche divago entre los clásicos, algunos poco conocidos y la poesía, que es mi fiel compañera; amén de la semiótica, mi derrotero. La seducción se ha ejercido en mí por lo misterioso y por las palabras, que para mí evocan significado, forma y contenido.