El título de la novela del italiano Rafael Bastier escrita en 1932 y llevada a la pantalla por Henry King, en 1942, con las impresionantes actuaciones de Tyron Power, Maureen O’Hara y Antony Quinn, The Black Swan, ha servido de inspiración a Darren Aronofsky para realizar una cinta de audaces dimensiones.
Aronofsky, como buen director, ha tenido el gran tino de contar con excelentes protagonistas –conveniente caza de un lince– y hacerse además de provechosas novelas. Así lo demostró con Ellen Burstyn y Jeniffer Connelly, en Requiem for a Dream, 2000, basada en la novela de 1978 de Hubert Selby, Jr., filmada tras la incipiente P (Pi), con Sean Gullette, en 1998. Mucho tiempo después Hugh Jackman y Rachel Weisz -actual pareja de Aronofsky–, participaron en la poco afortunada The Fountain, en 2006. Más tarde, un formidable Micky Rourke, perfecto para el papel del que será, de hecho, un clásico filme: The Wrestler, en 2008.