Hace muchos años un colega me dijo que las chicas con minifalda –eso fue realmente hace muchos años, cuando la minifalda estaba en su apogeo– las hacía más deseables a los ojos de los hombres y más vulnerables. Yo no entendí o no quise entender o no me importó el anatema hasta que, al paso inexorable del tiempo, he constatado la maledicencia.
Ahora que han pasado más de 30 años del invento que hiciera Mary Quant y que popularizara la revista Vogue: un adminículo que se porta entre la cintura y 15 o 20 centímetros arriba de la rodilla, ha cambiado mas no dramáticamente, el “objeto del deseo”.
Muchos diseñadores y analistas han dicho que Quant no fue una real inventora; el modisto francés André Courrègues también quiso adjudicarse el mini invento pues la minifalda o falda pequeña existía –aunque no con tal nombre– desde la época del charlestón, ritmo que se origina en la ciudad del mismo nombre, Charleston, en el estado de Carolina en los Estados Unidos de Norteamérica. El charlestón gozó de gran popularidad en los albores del siglo XX.
Fue cuando en los años 70, con el advenimiento de la minifalda, grandes actrices como Brigitte Bardot, Audrey Hepburn, la cantante Nancy Sinatra –cómo olvidar These boots are made for walking– y tantos otros nombres, hicieron famoso el pequeño objeto de liberación y deseo.
Hacia 1922, la diseñadora “Coco” Chanel inventó un ligero vestido negro corto, con el cual se combinaba distinción y sobriedad. La genial “Coco” transgredió la moda que había prevalecido durante el siglo XIX, de adornos recargados y sombreros enormes con plumas, al proponer el elegante y discreto pétite robe noire, que sigue siendo al paso del tiempo el preferido de los grandes modistos como Yves Saint Laurent, Christian Dior o Giorgio Armani.
Gabrielle Bonheur “Coco” Chanel cambió la moda, demostró que la discreción y el buen gusto van de la mano.
Me ha llamado la atención, para escribir este texto, un comentario ilustrado que encontré en el Magazine del periódico The Australian; en él se explicaba cómo las jóvenes cantantes provocan al espectador en sus vídeos y en sus actuaciones. Ejemplos de ello son Christina Aguilera, Britney Spears y Shakira, la cantante colombiana que, rubia ahora, protagoniza un vídeo en el que se contonea dentro de una jaula como si fuese una pantera. Su grácil silueta se mueve onduladamente y tras intencional excitación propia y hacia el espectador logra –quizá– lo que se propone: que se reconozca a la mujer como objeto sexual.
Lo siento, no puedo tener otra interpretación del vídeo. Aún cuando admiro la capacidad creativa de los que hacen vídeos, me niego, me resisto a pensar que la mujer proclame ser vista como objeto sexual. Pareciera que la cantante si no estuviese enjaulada y con una malla transparente semicubriendo todo el cuerpo, no podría cantar o ser famosa.
¿Qué habrá en su recóndito pensamiento? ¿Solamente el apetito del dinero y la fama? Y no es que critique a Shakira o a Madonna, a Lady Gaga o a Beyoncé, o a las chicas que veo en la Universidad o en el mercado o en la calle. No las critico. Quizá alguien pensará que escribo esto porque soy mayor y las envidio, pero yo les respondería con el viejo refrán: “como te ves, me vi; y como me ves te verás”. Así que me atrevo a continuar: fui joven y víctima de los años 70, usé minifalda, lo siento, no soy perfecta. Sin embargo, del audaz uso de la minifalda a las contorsiones, semidesnudos, provocaciones, lascivia y violencia de los vídeos de las cantantes y actrices de hoy, hay una enorme distancia.
Histórica y socialmente la minifalda formó parte de una manifestación mundial de liberación de los jóvenes y las jóvenes por desprenderse del autoritarismo; devino apuntalada en la protesta a las guerras, fue parte del reclamo y el respeto al ser humano. Apareció con Let it be y con todas aquellas canciones y expresiones artísticas de autenticidad y emancipación. Llegó, además, con la exigencia del lugar de la mujer en la participación política, social, industrial, científica y en todas las áreas del quehacer humano. Tuvo una razón de existir.
Mujeres: somos algo más que un ondulado cuerpo. También pensamos, no lo olviden.
No abandonen sus estudios, tengan ambiciones como seres humanos. Serán tratadas como quieran ser tratadas. ¿Eres una leona, tigresa o pantera? O eres una mujer bella, ondulada y glamurosa, pero con los pies en la tierra, inteligente, deseosa de aprender y de saber más cada día. Piénsalo y piensen bien antes de vestir como… tigresas.
Ese es mi consejo a las chicas y a los hombres les recuerdo una parte del famoso poema de Sor Juana Inés de la Cruz, las Redondillas:
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Susana Arroyo-Furphy
Publicado en Hontanar, mayo de 2010
www.cervantespublishing.com.au
Publicado en Hontanar, mayo de 2010
www.cervantespublishing.com.au
3 comentarios:
por fin encuentro alguien que piense como yo!!!habrá más gente así, que se niegue a que la mujer sea vista como un pedazo de carne que lo unico que quiere es que se la tiren?! Estoy chata de ver siliconas por todos lados y degradacion de lamujer, es que no queda nadie con cerebro??
Comparto el fanatismo por la gran poetiza y feminista Sor Juana, pero no considero que en las redondillas de hombres necios que acusais... atine a que la mujer se autodegrada o deja de utilizar su mas filosa arma que es su mente por la simple utilizacion de un pedazo de tela corto o largo cual fuere. Me resulta contradictoria tu postura feminista criticando por vanos harapos, los que solamente disfrazan partes corporales. Una mujer es un tigre de por si.
Creo que no has leído correctamente. No he dicho que Sor Juana dijera que la mujer se autodegrada. He dicho que los versos del poema de Sor Juana que cito son dirigidos a los hombres: queredlas cual las hacéis.
Quizá no conoces el poema o no leíste con cuidado. Lo siento.
Saludos,
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