Quisiera hablar de…
Susana Arroyo-Furphy
No one’s got it all
no one’s got it all
Hero, Regina Spektor
El director Marc Webb hace arribo a la industria del cine con esta cinta indie cuya originalidad reside en factores simples: una buena historia de (no) amor; frescura, audaz y alternativa música; personajes bien dirigidos y un ambiente creíble.
El diseño de la historia es claro, se acerca a la propuesta de A. J. Greimas: “mientras más complejo es el código, más claro es el mensaje”. En la sencilla apariencia de la película se desencadena un complejo entramado asincrónico con marcada influencia de la elaboración de videos, especialidad de Webb.
El título de la película cuyo efecto de sentido global con la cinta es recurrente, nos envuelve en la magia de la atemporalidad. Bien podría llamarse: “Los últimos 500 días…”, de Tom / Joseph Gordon-Levitt, en quien reconocemos muy pronto el extraño enamoramiento hacia Summer (Zooey Deschanel), el nombre de la mujer que lo hechiza. La belleza sinigual, el andar, la añoñada moda, el negrísimo cabello, los azules ojos de prístina mirada, la sonrisa y las rodillas -tal como lo señala en varias ocasiones el narrador equisciente[1]- acerca de los sentimientos de Tom hacia Summer, afectan decisivamente al distraído personaje representado por Gordon-Levitt.
Los escritores de la cinta, Scott Neustadter y Michael Weber, dejan algo muy claro para el espectador: “la visión andrógina del amor frustrado”. La cinta corresponde a la tortuosa vida de los personajes del siglo XVIII. El amor es el elemento principal, circundante y a la vez ausente. El amor de Tom nos invade a todos los espectadores. Y su dolor también. El desamor de Summer nos afecta.
Hay una suerte de disturbio que ha sido considerado socialmente, por lo común, femenino y que ahora toma la figura del personaje Tom cuya acción constante es de permanente drama. Percibimos a un enfermo de amor y a la vez un amor enfermo. El no-amor.
Una de las secuencias mejor logradas y que mantiene un alto contenido semiótico es casi al final de la cinta cuando Tom se reconoce en el no-amor. Tras mirar de soslayo el anillo de compromiso que porta y luce y muestra la bella Summer a una amiga, Tom, desesperado, abandona el lugar, el edificio, la calle y entonces su presente y futuro posible es del color del carbón con el que se (des)dibuja él mismo y su entorno. El hombre Tom es él y su circunstancias: todo es negro, desolación, ruindad, dolor. Nada mejor representado visualmente en alguna cinta bajo la magia de la tecnología y el talento de los creadores.
El espectador se ve inmerso en el apabullante enfrentamiento de la trampa que le tiende el autor/director/escritor quien lo enfrenta a un final nada sorpresivo,, preconcebidamente aceptado, asaz reconocido y altamente temido.
En el transcurso no lineal de los 500 días, en esa discontinuidad, en tal caos y dispersión de flujos que emana el desolado Tom, se encuentra manifiestamente desarrollada la semiosis ilimitada. Definida la semiosis por el semiólogo estadounidense Charles Sanders Peirce como toda acción dinámica, o acción de una fuerza física o psíquica cualquiera que toma su lugar entre dos sujetos (temas, tópicos) en 100 minutos el mundo de Tom se nos atraganta. La relación del objeto, el sujeto y su interpretante, en este caso el tema amor-no-amor, se maneja de forma recursiva. El mensaje es claro. Tom ama a Summer. Eso es lo que se nos quiere decir y se nos dice.
Casi desde el inicio de la cinta todos somos jueces y parte. El autor nos ha hecho comparecer y nos ha delatado. Ya el espectador conoce el final de la historia. De alguna manera no queremos aceptar que una niña tan ingenua, hasta infantil, melosa, casi inofensiva sea capaz de destruir a Tom y a todo su mundo circundante.
Tom no duerme. Renuncia al trabajo. Sufre. Nosotros somos parte de su vigilia. En algún momento, cuando ya han roto –hecho del que fuimos levemente avisados aunque rotundamente advertidos– Tom encuentra a Summer en el autobús de un viaje hacia una boda que celebrará la compañera de trabajo a quien nunca conocimos y a la que ambos se refieren con cariño. En ese momento estamos frente al presagio. ¿Tom se dará cuenta del no-amor de Summer? ¿Summer llegará a amarlo? Vista así la historia es y parece cualquier melodrama televisado con secuencias escalonadas que toman la estafeta, como si fuera la última línea de un discurso y la primera del siguiente. Sin embargo, la trampa es que se nos da a cuenta gotas. Se nos hace creer algo que sabemos casi desde el principio –debido a la discontinuidad intencional– y al encuentro fecundo con el caos. En aparente desorden nos enteramos de la historia. Todo ha sido planeado cuidadosamente.
La inserción de la doble imagen: “Expectations”/”Reality” es un juego de espejos y confusiones para el espectador pues lo es también para Tom. El momento decisivo en la imagen de la “realidad” cuando Summer le dice que podría ser un gran arquitecto si quisiera es lo que quedará en la mente de Tom y logrará su redención. El símbolo ‘palabra’ ejercerá la magia del feliz desenlace.
La película es genial, creativa, tiene gran ritmo, está llena de luz, de color, de negros contundentes; de alegría y tristeza compartida entre todos los espectadores/expectantes, incluyendo a los personajes.
Respecto a Summer… ha desencadenado gran odio en el público pero es tan hermosa, ingenua y sincera que no la podemos detestar. Ni aún Tom en la escena final (para ellos) en el parque en donde mágicamente vemos a una Summer ‘aseñorada’, se le puede odiar.
El descontrol de Tom, el dolor, la soledad, todo su entorno, los amigos que se encuentran en iguales o peores condiciones que él; la mediocridad de su trabajo haciendo frases para tarjetas de ocasión, el intento por lograr un trabajo de mejor valía, la autocrítica; todos ellos son elementos que rigen la vida de casi cualquier ser humano y que han sido desarrollados de manera fascinante por Webb, Scott Neustadter y Michael H. Weber.
La música, inmejorable. Destaca la contundente, franca y original voz de Regina Spektor. En la cinta tiene dos temas: “Us” y “Hero”, la segunda enmarca la doble imagen de espejos posibles antes referida, con gran acierto. Música y movimiento, factores decisivos en la película500 Days of Summer y de la mejor calidad.
Existen varios ripios y desatinos, desgraciadamente. Uno de ellos y quizá el menos tolerable es la hermanita ultra-americana que sencillamente está de sobra. No agrega nada a la película. El intento era bueno. Necesitamos a una hermanita que haga entrar en razón a este “cabezotas”. Pero la niña le pregunta a Tom: “¿Has amado antes?” (o algo similar). Entonces le pregunto a Weber y a su mancuerna Neudstadter: Si la niñita sabia no tenía idea de los amoríos del gran hermano Tom, ¿qué hace ahí llevándole un vodka e intentándo salvarlo de la desgracia?
Otro elemento banal: el baile de Tom. Es por demás absurdo y demasiado caricaturesco. Está feliz, sí, entiendo al pajarito sacado de Blanca Nieves pero creo que es excesivo. No se trata de un musical, ¿o sí? Y la escena final... ¿por qué no nos quedamos con esa incertidumbre que nos habría dejado más que satisfechos? El derrotero de Tom no era encontrar ahora a Otoño, era recuperarse, rehacerse, retomar lo mucho que perdió en el Verano.
Después de tantos “refritos” made in USA con bromas de mal gusto, sustancias pegajosas, personajes lelos para públicos retardados o viceversa, estos 500 días de Summer son refrescantes, sorprendentes e inteligentes.
[1] Es el narrador que conoce lo mismo que el protagonista acerca de la historia. El argumento se centra en un protagonista, y cubre únicamente aquello en lo que el personaje está involucrado. Pero el protagonista no es el narrador; éste último no tiene forma física dentro ni fuera de la historia. Es conocedor de los pensamientos, sentimientos y recuerdos del protagonista, pero no de los otros personajes. Estos conceptos fueron trazados por Gérard Genette en su teoría sobre la narratología.
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