martes, 29 de noviembre de 2011

Y ahora todos ¡a cocinar!


Me ha llamado la atención la gran cantidad de películas en las que el tema de la gastronomía se encuentra presente, además de los numerosos programas en los que cocinar forma parte indiscutible de la vida diaria televisada. De pronto los cocineros y sus vidas se han presentado como fundamentales –¡ya era hora! – en la cinematografía. Y digo que esto ha ocurrido en fechas recientes pues ni a los franceses ni a los italianos –los menciono por su excelente cocina– se les había ocurrido utilizar el tema y explotarlo o comercializarlo en serie, como lo hacen ahora –desde luego, ¡cómo iban a quedarse atrás!– los norteamericanos.
Hace varios años tuve la oportunidad de encontrarme en el estreno de una película que ha marcado un hito en la historia del cine y además en la historia de la temática culinaria en la filmografía. Se trata de la cinta danesa Babette’s Feast dirigida impecablemente por Gabriel Axel. Vuelo en el tiempo y me sobrecoge la idea: han pasado ya 23 años. Llamada en español El festín de Babette esta película ha rebasado la mayoría de edad así como la cualidad de ser pionera en su especie y en la temática; ya que a partir de entonces se han filmado numerosas producciones con el tema del chef y un poco de cocina por aquí y por allá.


Ha desfilado ante nuestros ojos un variopinto alud de cocineros y cocineras de distintas nacionalidades, algunos han sido bastante creíbles, sinceros y cuidadosos. Otros torpes o ciegos, tanto que el uso de los “dobles” ha sido reconocido hasta por los más ingenuos espectadores.
La espléndida Stéphane Audran, Babette, logró convencernos de la magia que hay en la cocina, la delicadeza y el cuidado en la selección de los alimentos e ingredientes y en la negación al protagonismo absurdo del que han abusado los incipientes directores. Babette no solamente cocinaba: cultivaba los paladares de los comensales; Babette era ingenua pero sabia, simple pero sofisticada; en fin, era la cocinera que todos quisiéramos tener o la que –a quienes nos gusta cocinar– desearíamos parecernos. Babette era simplemente esplendorosa.
Comparar a Babette con… Catherine Zeta-Jones es como comparar un platillo preparado durante varias horas con una sopa Campbell’s. 

La historia de la cinematografía ha tenido un antes y un después a partir de Babette’s Feast. Así que poco se podría decir de las películas de cocineros. Sin embargo, me detengo a comentar algunas.
Una de mis preferidas: Mostly Martha (2001), la cinta original, alemana, con la impecable Martina Gedeck y el carismático Sergio Castellito (¡habría jurado que habla alemán!), dirigidos por Sandra Nettelbeck, es una deliciosa comedia. Otra más: Eat Drink Man Woman (1994) de Ang Lee; una película ya clásica es la japonesa Tampopo (1985), de Jûzô Itami. También han sido cuidadosas muestras del buen comer: The Scent of Green Papaya (1993), título original Mùi du du xanh, de Anh Hung Tran; Chocolat (2000) del sueco Lasse Hallström; otra más: Ratatouille (2007), de Brad Bird, Jan Pinkava que es sencillamente fascinante. No puede uno llegar a casa y no correr al libro de cocina para preparar ese delicado platillo.

Meryl Streep se hizo panadera en It’s Complicated (2009) de Nancy Meyers. Graciosas actuaciones de todas las Bridesmaids (2011) de Paul Feig, en la que la ocurrente y talentosa Kristen Wiig casi nos convence de su talento para hace pasteles.

A Touch of Spice (2003) de Tassos Boulmetis, cuyo título original es Politiki kouzina, se conoce también como Un toque de canela, es una bien lograda comedia llena de olores y sabores griegos y turcos. Fuera de carta (2008) de Nacho G. Velilla, traducida al inglés como Chef's Special, con un gracioso Javier Cámara y una exuberante Lola Dueñas, en la que se descubren las desgracias y las peripecias de un restaurantero por obtener una estrella Michelin; Tapas (2005) de José Corbacho y Juan Cruz, en la que aparecen otras caras de la bella Barcelona, con un simpático Alberto Jo Lee, un actor secundario que hace las delicias de la cocina y en la pantalla.
Delicatessen (1991) de Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet es una sublime pieza de arte surrealista donde se intercambia la comida como moneda de cambio, todo con un brillante reparto.
Un vibrante Matthew Goode –¿lo recuerdan en Match Point?, ¡excelente! –  es chef en un restaurante de la playa Bondi, en la reciente Burning Man (2011) de Jonathan Teplitzky, una cinta inteligente aunque lenta y repetitiva, en la que podemos admirar a la bella Bojana Novakovic, así como ver a una langosta a punto de morir.
Escenas que destacan por sus representaciones en la cocina o de arte culinario: desde luego: La Grande Bouffe (1973) de Marco Ferreri con Ugo Tognazzi y Marcello Mastroianni donde la glotonería es una forma de vivir; Woman of the Year (1942) de George Stevens, con Katherine Hepburn y Spencer Tracy; Nine 1/2 Weeks (1986) de Adrian Lyne, indiscutible y altamente erótica con aquellos cubos de hielo sobre el abdomen de la bella Kim Basinger y el entonces apuesto Mickey Rourke. Indiscutible la mexicana Como agua para chocolate (1992) traducida al inglés como Like Water for Chocolate de Alfonso Arau, cinta que se basa en el libro de Laura Esquivel, el cual se encuentra salpicado de recetas antiguas. Escenas espeluznantes en The Cook the Thief His Wife & Her Lover (1989) de Peter Greenaway con una excéntrica Helen Mirren.
Y para concluir: The Last Supper (1995) de Stacy Title, con la encantadora y siempre audaz Cameron Diaz, en la que el invitado come, bebe, cava su propia tumba y muere. 








Susana Arroyo-Furphy

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