Un poco del BIFF
(Brisbane International Film Festival)
Susana Arroyo-Furphy
El antes. Salí de casa a las 8:00 de la mañana dispuesta a dar inicio a la sesión matinal, luego a la vespertina y finalmente a la nocturna. Me refiero al largo periplo que ha implicado para mí este andar fílmico al que me había propuesto asistir desde que recibiera la información del Festival Internacional de Cine de Brisbane. Sin embargo, como vivo a cierta distancia de la ciudad, he de tomar el tren en la terminal para realizar un trayecto de poco más de una hora. Así que he llegado a casa al filo de las 9:00 de la noche.
La venue. Y ahí estaba yo, en el cine “Regent”, viejo monstruo otrora majestuoso y cuya elegancia ha venido a menos. Observo que las pesadas alfombras demandan un cambio inmediato, que los espejos ya casi no reflejan a quien en ellos se miran y que las escalerillas de mármol se encuentran terriblemente sucias y empobrecidas. Es una pena. Pero lo que más tristeza me ha dado es percibir permanentemente ese olor a rancio y orín por todas partes. Los aseos han dejado de hacer gala del nombre conferido. Las puertas de los inodoros se están cayendo y la limpieza en general del lugar deja mucho que desear. Creo que convendría escoger otro lugar para tal Festival, el cual se anuncia con fanfarrias como un encuentro de medio planeta, más de un tercio del mundo que participa en producciones fílmicas ampliamente recomendadas. Y así parece ser. Y mientras se presenta el Festival en otra parte, pues a restaurar el cine que desea hacer gala del nombre “Regent”.